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Equilibrar los tres cuerpos en los que uno habita se torna innegablemente necesario. De los tres, solo uno quedó rezagado y marchito. 
Que brote el amor. Ultimo deseo del año viejo que se acaba.

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Que todo eclipse por completo finalmente. Que veamos la luz dentro de nuestros propios corazones. Que la paz deviene como lluvia de cristales benditos. Si por bendecir solo basta la propia vida. 

Rojo. El color del fuego y del amor en silencio y en soledad. El color de lo nuevo que revela lo verdadero y eterno. La muerte irrefutable de lo provisorio. La caída de los velos que alteraban la visión. 

Agua y calor. Color y armonía. Equilibrio de dolor y sentir. Sentir amor. Deseo opíparo y constante. 

Mi amor se siente, será quien sea, será hoy, será mañana, será ella, será él. Mi amor está en mi, todo el tiempo mi. 

Amo, porque soy para el Amor Universal. 

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En tierras fértiles la madurez de los frutos es presente futuro, sin prisa pero sin pausa. Noches de insomnios congestionados de calor; tumulto de pensamientos, anhelos, acciones desencadenantes de sensaciones. Situación de ensoñación, darse cuenta del ritmo respiratorio. 
Un jardinero fiel que quiera sembrar sus mejores semillas, traducir en felicidad, aromas, colores, bienestar. A la tierra pura no hay que dejarla morir. Hay que mover esta tierra. Agua que cubra de bendiciones la calma, traerse en el  viento esas ganas osadas de amar, de resurgir, de revivir en la esperanza de los corazones que galopan, los corceles y las mariposas. Quien quiera ver la luz cuando está de noche o perderse en una piel diferente de la propia, para escribir mensajes sublimes de encanto y de pasiones escondidas allí... 

Querer enamorarse, pero esta vez de verdad.